Migración: entre el ruido político y el silencio diplomático

La migración es hoy uno de los fenómenos más complejos e inevitables de la política internacional contemporánea. Según datos recientes de ACNUR, más de 110 millones de personas viven actualmente desplazadas a nivel global, una cifra récord que supera las emergencias históricas más conocidas.

Aunque las cifras hablan por sí solas, el debate público se encuentra atrapado entre dos extremos igualmente insuficientes: el ruido político interno y la ausencia casi absoluta de una diplomacia efectiva a nivel multilateral.

 

El ruido político: migración y la crisis de responsabilidad

La política contemporánea ha convertido la migración en una herramienta electoral frecuente, especialmente en países con altos índices de desplazamientos. Bajo la lógica del corto plazo y la conveniencia inmediata, líderes de distintos espectros ideológicos abordan el tema más como una amenaza política que como un desafío humanitario o una responsabilidad compartida.

En este contexto, el discurso público suele centrarse en la seguridad, el control de fronteras y las narrativas de emergencia nacional. Este enfoque genera percepciones distorsionadas, que alimentan prejuicios, aumentan la polarización interna y dificultan soluciones realistas y eficaces.

La lógica del “ellos contra nosotros” prevalece sobre una visión estratégica y pragmática. De esta forma, el tema migratorio deja de ser un problema global para convertirse en un argumento de política doméstica, que lejos de resolver las causas reales de la migración, las agrava al generar más conflictos, exclusión y vulnerabilidad.

 

El silencio diplomático: un desafío para el multilateralismo

Del otro lado del espectro se encuentra una preocupante realidad: la diplomacia multilateral en materia migratoria permanece, en gran medida, en silencio o inacción. Los organismos internacionales, desde la ONU hasta iniciativas regionales, tienen serias dificultades para producir acuerdos vinculantes capaces de abordar eficazmente la magnitud del problema.

El Pacto Mundial sobre Migración firmado en Marrakech en 2018 fue, sin duda, un avance importante en términos simbólicos, pero ha demostrado ser limitado en la práctica. Sin obligaciones jurídicas claras y con una débil implementación por parte de muchos estados firmantes, los espacios multilaterales se vuelven irrelevantes frente a las urgencias cotidianas de millones de personas en movimiento.

La falta de voluntad política para asumir la migración como una responsabilidad colectiva es quizás la mayor debilidad del sistema multilateral actual. Mientras algunos Estados se desentienden o priorizan su agenda doméstica, la diplomacia efectiva queda postergada, aumentando las tensiones regionales y globales.

 

Necesidad de una mirada responsable

Gestionar la migración de forma efectiva no implica abrir las fronteras de manera indiscriminada, ni tampoco cerrarlas en nombre de una seguridad absoluta e imposible. La verdadera responsabilidad reside en la capacidad de generar políticas públicas que integren la dimensión humana del problema con soluciones prácticas y viables en el largo plazo.

 

La gestión migratoria sostenible exige, por lo tanto, un cambio fundamental en la narrativa: superar el lenguaje de la crisis permanente y el miedo, para comenzar a hablar desde una perspectiva realista, empática y colaborativa. Las soluciones efectivas requieren coordinación internacional, acuerdos bilaterales y multilaterales, respeto irrestricto a los derechos humanos y políticas públicas bien diseñadas.

 

Recuperar la diplomacia como camino

La crisis actual de la migración pone a prueba nuestra capacidad de pensar estratégicamente, de superar las divisiones ideológicas y de actuar desde una ética compartida. No se trata únicamente de movimientos de personas: se trata, en última instancia, de nuestra capacidad para enfrentar colectivamente uno de los grandes desafíos del siglo XXI.

En este contexto, recuperar una diplomacia activa, responsable y coordinada ya no es solo una opción deseable: es una necesidad urgente. La única forma de superar el ruido político y la inacción diplomática es generando consensos sólidos y asumiendo que, frente al fenómeno migratorio, el silencio ya no es una alternativa viable.

 

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