Gaza y la línea que ya fue cruzada
En un rincón del mundo donde los mapas se convierten en fronteras movedizas y la diplomacia parece agotarse en comunicados, Gaza resiste entre los escombros. Pero resistir no es sobrevivir. Y lo que ocurre allí —con cada niña, cada niño, cada familia desplazada o enterrada bajo el silencio— ha sobrepasado los límites de lo tolerable. La línea, esa que separa la legítima defensa del castigo colectivo, el interés de Estado del quebranto humanitario, ya fue cruzada.
El despertar de Europa: ¿justicia o cálculo?
Esta semana, Europa comenzó a reaccionar. La Unión Europea anunció la revisión de su acuerdo de asociación con Israel, citando preocupaciones graves en materia de derechos humanos. Londres suspendió un tratado comercial. Y el Congreso español, con el respaldo de una mayoría, aprobó el embargo de armas. Son gestos relevantes. Pero también tardíos.
Durante meses, las imágenes han sido elocuentes: hospitales arrasados, convoyes de ayuda bloqueados, niños heridos sin nombre en portadas que se vuelven rutina. El lenguaje de la tragedia ha sido sustituido por una retórica de normalización, y eso, en sí mismo, constituye una forma de violencia.
Gaza como espejo moral
Hablar de Gaza no es solo hablar del conflicto palestino-israelí. Es hablar de cómo responde la comunidad internacional cuando los principios se ponen a prueba. Gaza es hoy el lugar donde se mide la coherencia entre la legalidad y la humanidad. Es allí donde los derechos humanos —esa promesa universal— enfrentan su mayor desafío.
No se trata de neutralidad. Tampoco de alineamientos ideológicos. Se trata de establecer un estándar mínimo de dignidad: ningún Estado, ninguna fuerza, ningún gobierno puede ejercer la devastación sistemática de civiles sin enfrentar consecuencias claras. El Derecho Internacional Humanitario existe para momentos como este.
El costo del silencio diplomático
Durante demasiado tiempo, la diplomacia ha optado por la ambigüedad. Por no incomodar. Por aplazar el juicio en nombre del equilibrio geopolítico. Pero el equilibrio no puede sostenerse sobre cuerpos sin vida ni sobre generaciones traumadas.
La línea ya fue cruzada. Y quienes hoy miran hacia otro lado serán mañana señalados por su omisión.
Una oportunidad para recuperar el principio
Las sanciones, los embargos y las revisiones de tratados deben ser el principio, no el cierre. La comunidad internacional tiene no solo el derecho, sino el deber de actuar. Y la presión política debe ir acompañada de una exigencia ética: proteger a los más vulnerables, exigir rendición de cuentas y reconstruir el valor de la palabra “paz”, no como eufemismo, sino como objetivo concreto.
Porque cuando los derechos humanos se violan en Gaza, no solo se viola la ley. Se erosiona la idea misma de humanidad compartida