Maido: los sabores que cautivan incluso a un diplomático
No soy chef. Tampoco crítico gastronómico. Pero si hay algo que he aprendido en mis recorridos por la gastronomía es que los sabores también tienen poder: el poder de conmover, de narrar, de reconciliar.
Y eso fue lo que encontré en Maido, en Lima, mucho antes de que la prensa lo consagrara como el mejor restaurante del mundo.
Sabores que son memoria
La primera vez que probé un nigiri de anguila en Maido, sentí algo que va más allá del paladar. Era como si cada bocado viniera acompañado de una historia. Micha Tsumura no cocina solo para sorprender. Cocina para reconstruir memorias, para honrar raíces, para celebrar lo que ocurre cuando culturas aparentemente opuestas —la japonesa y la peruana— se reconocen y se abrazan.
Esa cocina nikkei no es una ocurrencia, es una narrativa: una forma de diplomacia cultural servida en platos delicadamente compuestos.
Cuando el sabor se convierte en lenguaje
Uno puede sentarse a comer en silencio y, sin embargo, salir profundamente tocado. En Maido descubrí eso. Una cocina que habla de identidad sin necesidad de discursos. Que interpela sin confrontar. Que transforma sin imponer.
Y en ese sentido, la cocina de Micha Tsumura me pareció profundamente política: no por sus ingredientes, sino por su capacidad de tender puentes donde otros levantan muros.
Una experiencia que no necesita premios
El galardón de mejor restaurante del mundo ha llegado como un sello visible. Pero quienes tuvimos la dicha de vivir la experiencia antes, sabemos que la excelencia ya estaba allí: en el respeto al producto, en el arte del equipo, en el cuidado del detalle. En esa mezcla precisa entre tradición, innovación y emoción.
Porque sí, también los politicos nos dejamos cautivar. No solo por ideas. También por sabores.
Al salir de Maido aquella vez, pensé: “este restaurante no es solo un lugar para comer bien, es un lugar para entender el mundo de otra manera”.
Hoy, me alegra que esa intuición haya sido compartida por tantos.
En tiempos donde necesitamos más encuentros que divisiones, más mestizaje que purismo, celebro que el mejor restaurante del mundo hable con el lenguaje de la mezcla, del respeto y del sabor.
Porque a veces, lo verdaderamente humano empieza en el plato.